Hoy era festivo en Cobán así que hemos podido disfrutar más de la cama y también de la población.
FOTOS. De las calles festivas.
Hemos visitado la catedral de Cobán y el Calvario (subiendo una loma a las afueras de Cobán se llega a una bonita ermita).
FOTOS. De las visitas al Calvario y a la catedral.
Por la tarde fuimos a un bar de tapeo y a beber la cerveza del país, como ya estamos acostumbrados desde que llegamos: la Cerveza Gallo.
FOTO. Cerveza Gallo.
La Cerveza Gallo es tipo lager, amargo sabor fino y suave. 10 medallas y el ser la tercera cerveza que gana el Prestige Awards, avalan su calidad y su éxito.
Y después… ¡a disfrutar de las ferias! Por la tarde noche aprovechamos para ir a las ferias. Hubo anécdotas bastante divertidas.
FOTO. De las ferias.
Nos habían repetido que las ferias podían resultar peligrosas. Peligrosas en dos sentidos. En primer lugar que, como era de esperar, las atracciones no contaban con una seguridad idónea con lo cual cada año moría alguien producto de la falta de prevención de riesgos. Por otro lado se encuentra la problemática de las “maras”. ¿Qué son las maras? Como definición muy breve podría decir que son asociaciones de delincuencia, generalmente juvenil.
Con estas advertencias, necesarias para tenerlas en cuenta pero no para dejar de disfrutar la semana grande de Cobán, nos dirigimos para las ferias.
Paseamos por el recinto de ferias para controlar un poco la zona, para descubrir las distintas atracciones y disfrutar del ambiente festivo. El recinto era bastante extenso y empezaba a anochecer. Supuestamente era el momento más peligroso para ir. Sin embargo, éramos un grupo significativo de personas, además íbamos acompañados por nuestros amigos guatemaltecos y por otro lado, había bastante control policial. No sentimos más sensación de inseguridad de la que sentimos habitualmente.
Así que disfrutamos de unas buenas horas de descanso, adrenalina y, como siempre, de más cerveza Gallo (que aquí es toda una institución, y no sin razón).
En primer lugar decidimos montarnos en el Barco Vikingo. Bueno, qué pena no tener muchas fotos de las ferias porque eran dignas de verse. ¡Ahí sí que te jugabas el tipo! En estas ferias de verdad sientes la adrenalina y también hace trabajar la conciencia cuando te preguntabas: ¿Qué estoy haciendo aquí montado?
Lo más reseñable de esta primera atracción fueron dos cosas. En primer lugar, que al estar ya montados en la atracción vimos que la barra de seguridad solo se sujetaba por uno de los lados, el otro no iba sujeto porque el óxido había malformado el enganche de seguridad. Cuando Elena le comentó esto al responsable de los tiquets, éste resolvió el problema con la frase estrella aquí en Guatemala: “¡No tenga pena!”. En este contexto significa no te preocupes pero podría también significar un no tengas vergüenza, en otra situación.
Con dos narices continuamos en la atracción. Ni qué decir tiene que aquí los mosquitos abundan. Los llamados “zancudos” (forma guatemalteca de llamar a los mosquitos) se situaban en las zonas iluminadas (las atracciones), con lo cual siempre que el barco subía, bajaba y volvía a subir era un peligro. Elena y yo terminamos gritando con la mano en la boca para que no tragarnos un buen grupo de zancudos. A una de ellas se le enredó un buen mosquito y una polilla en el pelo y no se los podía sacar. Fue muy divertido, aunque no mucho para ella. Todavía lo recuerdo y no puedo evitar olvidarme de los espasmos y manotazos al aire que hacía durante la atracción.
Fuimos al toro mecánico donde se montaron juntos María y Dubón. La verdad es que aguantaron como unos campeones aunque el pobre Dubón sufrió las consecuencias en su entrepierna y la pobre María le costó 3 días de buenas agujetas y unos andares peculiares.
La pobre Elena metió un pie en un charco. Debo advertir que los charcos guatemaltecos nada tienen que ver a las pequeñas películas de agua que se producen en Europa, jajajaja. Aquí son buenos socavones que no se aprecian porque el agua esta a ras de asfalto y por la falta de luminosidad ya entrada la noche, con lo cual la pobre Elena metió el pié en unos 35 centímetros de profundidad de charco y así, aparte de ir con las piernas mojadas se hizo daño al apoyar. A más inri debo decir que esa misma tarde habíamos recogido la ropa limpia y que esos eran sus pantalones favoritos, lo cual le dio un toque más cómico por la mala suerte que debemos tomarla con humor.
También nos montamos en un par de atracciones más. Como no podía ser de otra forma nos montamos en las más peligrosas aunque algunos, con buen criterio, decidieron esperarnos abajo.
Antes de subirnos dejamos nuestras carteras y móviles con los que decidieron no subir. Uno de nuestros amigos guatemaltecos pidió si alguien le guardaba lo que él tenía en los bolsillos y con toda la inocencia y bondad, Carla se prestó. Notó que el bolso le pesó mucho y al ver lo que había dejado observó que tenía un arma en el bolso. La pobre lo pasó mal, bastante mal. Nosotros no tenemos cultura del tema de armas (gracias a Dios) y de haberlo sabido no se hubiera prestado a guardársela. Todo acabó pronto cuando nos bajamos de la atracción sin más altercado que el nerviosismo de saber que llevas un arma cargada en el bolso.
Antes de dejar las ferias para volver al Hostal decidimos montarnos Gustavo, María, Ennio y yo en los famosos coches de choque. Aquí ya no nos jugábamos tanto el tipo. La cosa es que estaban muy solicitados y en la primera tanda no pudimos encontrar coche para los 4 (yo me quedé sin), en la segunda vuelta tampoco (esta vez fue Gustavo el que no encontró). María ya estaba indignada e impaciente por subirse. Fue muy gracioso verla charlando con el responsable de la atracción diciendo que se tenía que “rotar”. El buen hombre decía que tenían boletos y por ello tenían el derecho a subirse, pero María lo que quería era que no te pudieras subir muchas veces seguidas, jajaja. Era muy divertida y de hecho el señor sonreía por sus ocurrencias. A la tercera tampoco todos conseguimos (fueron Ennio y María los que no encontraron coche para ellos). Tuvimos que esperar hasta el cuarto turno para podernos subir. En la tercera María llego al mismo tiempo que un niño y le soltó un “ahora me toca a mí”. El niño, ni corto ni perezoso, le dijo que no y se subió al coche. Deberíais haber visto la cara de la pobre María.
La cosa es que generalmente llegabas al mismo tiempo que un niño de unos 8 años y con madurez y criterio le dejabas pasar a él. Este criterio no lo llevó muy bien María. La cuarta y no frustrada vez, llegó María al mismo tiempo que un niño y su madre al mismo coche. Debo decir que María es una chica aventurera, con iniciativa y autonomía, pero tiene una ternura especial. En este caso no la demostró mucho y eso es lo más divertido.
Yo no sé muy bien lo que pasó y siempre que lo cuento lo exagero un poco para darle más vidilla. De lo que pude ver a lo lejos estaba un niño subido al coche, la madre de él ya fuera del coche y María también fuera con intención de subirse. No sé que dijo María, pero en unas décimas de segundo la madre se llevaba al hijo por el brazo a regañadientes y María se subía al coche.
Me hizo también mucha gracia porque miró hacia los lados, como quien siente que a lo mejor ha hecho algo mal, por si alguien estaba mirando. ¡Cómo no, yo estaba al loro y me reí cuando se cruzaron nuestras miradas!
Así que se ha ganado el premio a la más pandillera y marera del grupo por su aparición estelar en los coches de choque.
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